• Contexto histórico

    El espacio que ocupa la  iglesia parroquial de San Nicolás se considera sagrado prácticamente desde la fundación romana de la ciudad. Al parecer en esta zona ya se dedicó un templo a divinidades paganas y fue lugar de enterramiento fuera de los muros de la ciudad, según la costumbre romana.

    Los documentos históricos afirman que la primera edificación se hizo en tiempos del rey Jaime I, que hizo donación del lugar a los dominicos que le acompañaban. Años más tarde los dominicos fundaron el Convento de Santo Domingo (actual edificio de Capitanía General) y el templo quedó directamente vinculado a la diócesis de Valencia y al clero secular. Fue erigida como parroquia hacia 1242 y se engloba en las primeras doce parroquias cristianas de la ciudad de Valencia después de la restauración de la Diócesis en el año 1238.

     

    Son los dominicos quienes dedican esta nueva Parroquia a San Nicolás Obispo, patrón de la Orden, pues su fundador, Santo Domingo de Guzmán, escribía por aquel entonces las Constituciones de la Orden de Predicadores en el Convento de San Nicolás de Bolonia.

    Más tarde, se dedicó un altar a San Pedro Mártir en esta Parroquia. En él se produjo un milagro que salvó la vida a un recién nacido, por lo que la devoción en Valencia por este santo creció hasta que San Pedro Mártir acabó siendo cotitular de la Parroquia. Y aunque la iglesia mantiene, y como tales figuran en su Altar Mayor, la titularidad de San Nicolás de Bari y San Pedro Mártir, la iglesia es popularmente conocida como San Nicolás.

    Más tarde, en pleno Siglo de Oro San Nicolás estará vinculado a personajes relevantes de esta centuria como son el escritor Jaume Roig, administrador de la parroquia; y Alfonso de Borja, futuro Papa Calixto III. Es el siglo en que San Nicolás se transforma plenamente en un edificio gótico y es ampliado hacia los pies.

    La iglesia de San Nicolás de Bari y San Pedro Mártir es probablemente el mejor ejemplo de convivencia de un templo de estructura gótica del siglo XV con decoración barroca del siglo XVII que encontramos en la ciudad de Valencia.

    Siglos más tarde vivirá la gran transformación barroca que tiene como resultado la adaptación arquitectónica del edificio y su redecoración con las excelentes pinturas al fresco que la decoran y que podemos apreciar actualmente en todo su esplendor.

    En el siglo XIX el entorno de la parroquia cambia sustancialmente, ya que se abre la plaza de San Nicolás dentro de la Reforma Interior llevada a cabo por el Ayuntamiento de Valencia. De esta época destaca la fachada sur neogótica que se abre a la plaza.

    Durante la Guerra Civil de 1936-1939, San Nicolás sufrirá graves desperfectos: las capillas fueron destruidas y el templo saqueado y convertido en almacén. Tras este triste episodio, la Parroquia fue declarada en 1981 Monumento Histórico Artístico Nacional.

    Y en el siglo XXI comienza la restauración arquitectónica y pictórica de la Parroquia bajo el mecenazgo de la Fundación Hortensia Herrero cuyo magnífico resultado nos permite contemplar la Parroquia en todo su esplendor.

     

  • Evolución histórico artística

    La primitiva iglesia construida tras la reconquista comienza su transformación hacia el gótico entre 1419 y 1455. En esta última fecha el templo es ampliado hacia los pies ocupando el lugar donde se encontraba el cementerio parroquial o fossar. También se construyó la bóveda de crucería en la nave central.

    Se trata de una iglesia de una sola nave de seis tramos, capillas laterales entre los contrafuertes (seis a cada lado aunque dos de ellas están ocupadas por las puertas de entrada laterales) y presbiterio poligonal orientado al este.

    Entre 1690 y 1693 se recubre el interior gótico con decoración barroca al gusto de la época, reforma atribuida a Juan Bautista Pérez Castiel.  Sobre la reforma arquitectónica se realizarán las pinturas al fresco diseñadas por Antonio Palomino y ejecutadas por su discípulo Dionís Vidal en 1700, quien recubrió las bóvedas góticas, pilares y muros con escenas de la vida de San Nicolás de Bari y de San Pedro Mártir, junto con alegorías de las Virtudes en arriesgados escorzos.

     

    De su pasado gótico aún conserva la sencilla portada de los pies formada por un arco conopial, construida en la segunda mitad del siglo XV con arquivoltas abocinadas que descansan en delgadas columnas exentas de decoración. Sobre la misma un rosetón. Bajo el vértice del arco conopial encontramos un curioso relieve, con un plato de carne, alusivo a un milagro de San Nicolás. La decoración escultórica de la portada se ha perdido con el paso del tiempo.

    A la derecha de esta portada hay una capilla exterior cerrada con una verja que se llama del fossar porque en este lugar estaba antes el cementerio parroquial. En su interior encontramos un panel de cerámica representando la crucifixión y a sus pies San Juan y la Virgen María. La capilla se cubre con un tejado con la parte interior de madera y pintado con los elementos de la pasión de Cristo y en el centro las letras IHS (monograma de Cristo). En el muro de la izquierda de la capilla un panel cerámico pintado en tonalidades verdes que dice traducido del valenciano lo siguiente: “En el año 1962 de la Natividad de Nuestro Señor, gobernando en la ciudad el doctor Adolfo Rincón de Arellano y estando presente el teniente de alcalde Arturo Zabala, el excelentísimo Ayuntamiento de Valencia restauró bajo la dirección del artista Jaume de Scals la presente capilla del Santísimo Cristo del Fossar”. Encima del mismo tres azulejos de las mismas características en forma de escudos. Todo el conjunto cerámico es obra de Jaume de Scals.

     

    La otra puerta, que da a la plaza de San Nicolás, es sin embargo una creación neogótica de 1864 realizada por Joaquín María Calvo Tomás, al igual que la fachada donde se enmarca. También es obra suya el pasadizo que recae a la calle Caballeros y que permite la entrada al templo por el lado contrario.

    A la izquierda de la portada recayente a la plaza de San Nicolás, encontramos un panel de azulejos colocado por la Asociación de San Vicente del Tros Alt en Abril de 1957 que dice: “De esta parroquia de San Nicolás fue rector Alfonso de Borja, Calixto III quien canonizó a San Vicente Ferrer el 29 de junio de 1455 cumpliéndose así la profecía del santo”.

    En el centro del panel vemos las dos escenas principales de la historia: a la izquierda San Vicente Ferrer realizando la profecía a Alfonso de Borja todavía niño en la cual le profetiza que alcanzaría el papado y que él lo haría santo y a la derecha al mismo Alfonso de Borja ya papa Calixto III decretando la canonización de San Vicente Ferrer tal y como le había anunciado años atrás.

    Entre 1690 y 1693 se recubre el interior gótico con decoración barroca al gusto de la época, reforma atribuida a Juan Bautista Pérez Castiel. Aparte de la transformación arquitectónica, nos sorprenderán las pinturas al fresco diseñadas por Antonio Palomino y ejecutadas por su discípulo Dionís Vidal en 1700.

    Situado a los pies de la iglesia fue realizado entre 1658 y 1757, dispone de tres cuerpos: el primero construido en sillería alcanza la altura del tejado de la iglesia y se corresponde con la antigua estructura gótica, un segundo cuerpo realizado en ladrillo y un tercer cuerpo que aloja las campanas y que también está realizado con ladrillo. El cupulino o remate del campanario se terminó en 1757.

    Este remate lo forma un arco de medio punto en cada uno de sus lados, flanqueados por pares de pilastras toscanas. Se remata por una balaustrada y una linterna formada por dos cuerpos: el inferior cuadrado con contrafuertes y el superior octogonal.

    Las campanas desaparecieron durante la Guerra Civil a excepción de la conocida como Vicent. El nombre de sus campanas en la actualidad son: El Vicent (1755), El Colau (1947), Triple (1947), Pere la gran (1948) y El Miquel (1976). El campanario fue restaurado en el año 2007 como lo recuerda una lápida conmemorativa situada en la base del mismo. En el primer cuerpo del campanario podemos leer una lápida en piedra que dice en latín: Expensis Hieronimi Fer/ rer mercatoris et pav / l sae escorigvela cony / vgvm turris hec extr / vcta est anno 1658. Que se podría traducir como: “A expensas de Jerónimo Ferrer comerciante y de Paula Escorihuela conyuges levantaron ésta torre en el año 1658”.

  • Descubre la bóveda

    En los siglos XVII y XVIII Valencia experimenta cambios urbanísticos que afectan de manera sustancial a edificios religiosos. Dentro del ambiente de la Contrarreforma y de modernidad barroca, San Nicolás también vive su propia transformación.

     

    San Nicolás Obispo. Desde el punto de vista arquitectónico desde 1690, San Nicolás se adapta magistralmente del gótico al gusto barroco gracias al arquitecto Juan Bautista Pérez Castiel.

    En San Nicolás arcos y bóvedas se rellenan con estuco, dando como resultado una bóveda encamonada. De esta manera, aristas, arcos y bóvedas góticos quedan suavizados, preparando la superficie para recibir la decoración pictórica.

    Antonio Palomino había sido invitado a Valencia por el canónigo Victoria, es el momento en el que el pintor desarrolla su actividad en la ciudad. Trabaja en la Basílica de Nuestra Señora de los Desamparados, la iglesia parroquial de los Santos Juanes y también en San Nicolás. Diseña un complejo programa iconográfico, hábilmente adaptado al espacio arquitectónico, basado en la vida de los dos santos titulares de la parroquia, y que será ejecutado por su discípulo: Dionís Vidal.

     

    La bóveda se divide en 12 lunetos, seis a cada lado, que ilustran la vida de los titulares de la Parroquia.

    San Nicolás Obispo. En el lado derecho, mirando el altar mayor (sur)

    San Pedro Mártir. Lado izquierdo (norte)

     

    Las escenas de la nave central por su lado del evangelio nos hablan de la vida de San Pedro Mártir, mientras que por el lado de la epístola la vida narrada es la de San Nicolás.
    Así se representan escenas desde la niñez, pasando por la predicación y milagros en vida, hasta llegar a su muerte y los prodigios que ocurrieron cuando se veneraban sus restos mortales.

    Unas aberturas ficticias sugieren la vista del cielo. Cada tramo que forma la bóveda narra un episodio de la vida de los santos. Al llegar al presbiterio confluyen ambos en una gloria de ángeles, doctores de la iglesia y arquitecturas fingidas. Acompañan las escenas de la vida de los santos, una pléyade de imágenes alegóricas. En total, son casi 2000 m2 de pintura al fresco.

  • Lunetos dedicados a San Nicolás Obispo

    Luneto 1. San Nicolás: curación de la anciana tullida




    Luneto 2. San Nicolás: el milagro de las tres doncellas



    Luneto 3 San Nicolás: la resurrección de un niño



    Luneto 4. San Nicolás: la resurrección de los tres niños



    Luneto 5. San Nicolás: el enfrentamiento con Arrio en el concilio de Nicea



    Luneto 6. San Nicolás: muerte del santo


  • Lunetos dedicados a San Pedro Mártir

    Luneto 1. San Pedro Mártir: el niño Pedro de Verona recita el Símbolo de la Fe a su tío hereje.



    Luneto 2. San Pedro Mártir: Fr. Pedro recibe el hábito dominico de manos de Santo Domingo de Guzmán en el Convento de San Nicolás, de Bolonia



    Luneto 3 San Pedro Mártir: Pedro de Verona cura a un niño mudo



    Luneto 4. San Pedro Mártir: la predicación y milagros de Pedro de Verona obtiene la conversión de los oyentes



    Luneto 5. San Pedro Mártir: el martirio de San Pedro de Verona



    Luneto 6. San Pedro Mártir: San Pedro Mártir sobre su sepulcro


  • Recorrido por las capillas y sus obras destacadas

    Altar Mayor.

    En el Altar Mayor encontramos el retablo, compuesto de dos cuerpos flanqueados por columnas salomónicas. Uno inferior, cuya hornacina contiene las imágenes en escultura de los dos santos a los que la Parroquia está dedicada. El cuerpo superior muestra una pintura de la Virgen y el Niño, obra de Jacinto de Espinosa. Sobre el Altar, la bóveda, que representa la Gloria de San Nicolás y San Pedro Mártir rodeados de doctores de la Iglesia.

     

    Lado del evangelio

    Capilla de San Dionisio. En el retablo la imagen de San Dionisio, sobre el altar un icono realizado al temple sobre tabla de la Virgen del Perpetuo Socorro.

    Capilla de San José. Capilla de estilo neoclásico del siglo XVIII. El retablo barroco es de madera tallada y dorada y alberga una imagen de San José, con el Niño entre sus brazos. Es una talla realizada en madera policromada cuyo autor es el escultor valenciano Ignacio Vergara. Adosado a esta capilla se encuentra el púlpito, del siglo XVIII.

    Capilla de San Rafael Arcángel. Capilla de decoración barroca realizada en el siglo XVIII. En el centro del retablo encontramos las imágenes del arcángel San Rafael y de Tobías. También una imagen del siglo XVIII representando a Nuestra Señora de los Dolores. A un lado y a otro de la capilla, sobre los muros encontramos dos tablas del pintor renacentista Yáñez de la Almedina y que representan: Santa Ana, la Virgen y el Niño y la Anunciación, respectivamente.

    Capilla del Sagrado Corazón de Jesús. En el centro del retablo en el interior de la hornacina, imagen de Cristo Sagrado Corazón de Jesús, en la parte inferior del retablo escultura de la Virgen del Pilar. Dos imágenes a un lado y a otro del altar que representan a Santa Bárbara y Santa Teresa de Jesús.

    Capilla de San Antonio de Padua. En el retablo imagen de San Antonio de Padua, una talla policromada del siglo XVIII. Una de las capillas que mejor conserva las pinturas al fresco. Junto el altar imagen de santa Rita de Casia.

    Capilla de la Comunión. El exterior de la Capilla de la Comunión ha sido restaurado en el año 2013 y luce en este momento en todo su esplendor. Sobre la portada adintelada formada por dos cuerpos sin ninguna decoración escultórica se alza un Cáliz Eucarístico. Por encima de este un óculo permite la iluminación interior de la capilla. Se han hallado restos de una inscripción que no permiten su lectura. A los lados del segundo cuerpo dos óvalos que originalmente irían pintados pero que en la actualidad se han perdido. Bajo la moldura que marca las divisiones de los cuerpos de la capilla una inscripción en forma de friso dice: AÑO 1760.

    Capilla Bautismal. Retablo de Osona. Siguiendo la tradición cristiana, junto a la entrada del templo se sitúa la Pila, donde se administra el bautismo, también llamado “Puerta” de los demás sacramentos. Sobre la Pila una tabla del siglo XV que representa el Calvario, una obra del pintor Rodrigo de Osona, ejemplo de la transición del gótico al renacimiento hispano-flamenco.

     

    Lado de la epístola (continuando por los pies)

    Capilla de San Vicente Ferrer. Esta capilla se encuentra adosada al campanario de la Parroquia. En el retablo imagen del santo dominico, y en hornacina, reliquia de San Vicente Ferrer depositada por la Asociación del Altar del Tossal.

    Capilla de la Santísima Virgen María. Capilla de estilo neoclásico. Siglo XVIII. El retablo de madera tallada es obra de José Blesa Prats realizado en el siglo XX. En su centro encontramos una talla en madera policromada de la Inmaculada, obra de José Esteve Bonet en el siglo XVIII. En la parte inferior una imagen de la dormición de la Virgen, obra de José Estopiñá (siglo XX). A ambos lados tallas en madera policromada de San Joaquín y Santa Ana (padres de la Virgen María) realizadas en el siglo XVIII por un autor anónimo.

     

    Capilla de San Judas Tadeo. Capilla de estilo neoclásico del siglo XVIII. Retablo realizado por Ramón Llorca Plá en escayola (siglo XX). Preside el retablo San Judas Tadeo, apóstol de Cristo, talla en madera policromada realizada en 1981 por Vicente López. Lleva en sus manos un hacha (símbolo de su martirio y el mandylion). A la derecha del retablo encontramos un pequeño devocionario en bronce con la imagen del santo llevando el mandylion. Los fieles se acercan hasta él, para tocar la imagen y pedir una gracia. San Judas Tadeo es abogado de las causas perdidas y los casos imposibles.

    Capilla del Beato Gaspar Bono. Capilla de estilo neoclásico decorada en el siglo XVIII. Una pequeña urna contiene los restos mortales del Beato Gaspar Bono, bautizado en la Parroquia el 6 de enero de 1530.

    Capilla de la Crucifixión. Retablo formado por una imagen Cristo Crucificado sobre un fondo pictórico realizado por Vicente Macip y su hijo Joan de Joanes. Es el conocido como retablo de la Crucifixión. A sus pies imagen de Cristo yacente.

     

  • Nuestros Santos

    San Nicolás

    San Nicolás, cuyo nombre significa “protector y defensor de los pueblos” fue tan popular en la antigüedad que se le han consagrado en el mundo más de dos mil templos

    San Nicolás es conocido como San Nicolás de Myra (en oriente, por el lugar de su fallecimiento) o San Nicolás de Bari (en occidente, por el lugar donde fueron trasladados sus restos) fue un obispo que vivió en el siglo IV. Más de dos mil templos están dedicados a él en todo el mundo.

    En oriente lo llaman Nicolás de Mira, por la ciudad donde ejerció su ministerio de obispo, pero en occidente se le llama Nicolás de Bari, porque cuando los otomanos conquistarion el Imperio Romano de Oriente, un grupo de cristianos sacó de allí en secreto las reliquias del santo y se las llevó a la ciudad de Bari, en Italia. En Bari se le adjudicaron tan admirables milagros al rezarle a este gran santo que su culto llegó a ser sumamente popular en toda Europa. Es Patrono de Rusia, de Grecia y de Turquía. En Roma ya en el año 550 le habían construido un templo en su honor.

     

    Su nombre, es notable también fuera del mundo cristiano porque su figura ha dado origen al mito de Santa Claus (o Klaus), conocido también como Papá Noel. Desde tiempo inmemorial se le invoca como protector de la familia en sus necesidades económicas y como protector de la infancia.

    BIOGRAFIA

    Nació en Patara, en la región de Licia (actualmente dentro del territorio de Turquía) en una familia adinerada y desde niño se destacó por su carácter piadoso y generoso. Sus padres, fervorosos cristianos, lo educaron en la fe. Después de la muerte de sus padres, Nicolás heredó una gran fortuna que puso al servicio de los necesitados, según la hagiografía escrita por San Metodio, arzobispo de Constantinopla. Al morir sus padres repartió toda su fortuna entre los pobres y se fue a vivir a Myra (Anatolia, actualmente Turquía), donde sería consagrado obispo de una forma muy curiosa. Dice la leyenda que varios sacerdotes y obispos se encontraban discutiendo sobre quién sería el futuro obispo, pues el anterior había fallecido. Al no ponerse de acuerdo se decidió que fuera el próximo sacerdote que entrase en el templo. Casualmente fue Nicolás el que accedió al templo y fue consagrado obispo. Durante su época como obispo se esforzó por erradicar los cultos paganos. Fue preso por un decreto del emperador Licinio contra los cristianos; fue encarcelado y sometido a vejaciones y torturas, siendo liberado por el emperador Constantino.

    Algunas tradiciones nos dicen también que participó en el Concilio de Nicea (325), condenando las doctrinas de Arrio, quien se negaba a admitir la divinidad de Cristo. Se le suele representar por ello con el libro de los Evangelios en las manos. Para combatir los errores, utilizaba una dulzura exquisita, logrando grandes y sinceras conversiones. Sin embargo, cuando se trataba de proteger a los más débiles de los poderosos, San Nicolás, a pesar de su avanzada edad, actuaba con gran arrojo y vigor. A pesar de ser anciano, seguía viajando, evangelizando y protegiendo a los más débiles. Basílica de San Nicolás en Bari, Italia. San Nicolás de Bari murió el 6 de diciembre del año 345 en Myra, pero sus restos descansan en la ciudad portuaria italiana de Bari pues allí llegaron desde Turquía tras la conquista musulmana del Imperio Romano de Oriente.

    Tras su muerte se convirtió en el primer santo, no mártir, que gozó de una especial devoción en Oriente y Occidente. Multitud de relatos milagrosos aparecieron sobre él, desfigurando, a veces, su eminente carácter práctico y sencillo.

    MILAGROS
    Son muchos los milagros que se atribuyen a san Nicolás, pero algunos han traspasado los siglos y son conocidos por devotos y no devotos. Protegía y ayudaba a las chicas en edad casadera o en busca de marido. Se cuenta que en una ocasión supo de tres jóvenes que pretendían casarse pero su padre no podía pagar la dote correspondiente por haber quedado en ruina. Además las jóvenes iban a quedar en una situación degradante. Al saberlo Nicolás hizo llegar a la familia unas monedas de oro. Por dicho motivo se le representa frecuentemente con tres monedas (o piezas) de oro en las manos.

    Otro de los milagros más sorprendente es el de haber resucitado a tres niños que habían caído de un árbol y muerto al instante. También se le atribuye el milagro de haber devuelto a la vida los tres niños sacrificados por un ventero, por intercesión del santo. Motivo por el cual se le representa con tres niños a su lado, en una cubeta. Se cuenta que cierta vez salvó la vida de tres relevantes militares condenados a muerte injustamente. También se cuenta que en otra ocasión, hallándose un grupo de marineros en medio de una tempestad y habiendo invocado la protección de san Nicolás, vieron aparecer la figura del santo sobre el barco y al momento la tempestad se calmó. Durante la Segunda Guerra Mundial, en un bombardeo en la ciudad de Bari una madre se separó de su niño en medio de la confusión, apareciendo éste horas después a la puerta de la casa sano y salvo. La madre, desde que perdió a su hijo no dejó de invocar la intercesión del santo. El niño contó cómo un hombre que describió con rasgos parecidos a san Nicolás lo ayudó, lo protegió y lo llevó de regreso a su casa.

    LA LEYENDA Y EL PATRONAZGO DE NICOLÁS DE BARI

    Los múltiples relatos sobre los milagros de san Nicolás, la extensión de su fama y la devoción de los fieles han contribuido a crear una imagen legendaria de este santo. En cualquier caso se pueden poner de relieve tres grandes vertientes por las que se pide su intercesión y ayuda con evidente trasfondo histórico.

    Económica. San Nicolás fue hombre generoso y entregado, hasta vivir una caridad heroica. Todos sus bienes los puso al servicio de los demás. Por eso los fieles lo invocan en sus necesidades económicas pidiendo que les asista para poder llevar una vida digna, que permita sacar adelante la familia con dignidad, educar a los hijos y vivir en paz y serenidad.
    Familiar. San Nicolás ayudó a los fieles en la formación de una familia. Favoreció a las mujeres para que pudieran contraer un buen matrimonio. Por eso los fieles lo invocan para que puedan formar una familia fundamentada en el amor verdadero, abierta a la vida, indisoluble y fiel.
    Protector de la Infancia. San Nicolás protegió y defendió a los más desamparados. De modo particular cuidó a los niños. Por eso en su fiesta, en numerosos lugares, se conserva la tradición de entregar regalos y dulces a los niños. Y puede ser considerado como un protector y patrón de la infancia y la juventud.

    San Pedro Mártir


    Fraile dominico nacido en Verona. Protomártir de la orden dominicana. Pertenecía a una familia de cátaros (el catarismo era una herejía cristiana). Estudiando en la universidad de Bolonia, ingresó en la Orden de Predicado- res (dominicos) de la mano de su fundador, Santo Domingo de Guzmán, en 1221.
    Predicador de la fe católica se dedicó a la formación cristiana de los e- les, a la difusión del culto a la Virgen y a la creación de instituciones docentes.

    Murió mártir el 6 de abril de 1252, el sábado de Pascua, al atravesar un bosque cuando volvía de Como a Milán. Su asesino le asestó un golpe de alfanje en la cabeza y una puñalada en el pecho. Fue canonizado inmediatamente y en esta iglesia se le dedicó un altar; en él se produjo un milagro por el que se salvó la vida de un recién nacido. La devoción a San Pedro de Verona creció en la Valencia medieval y acabó siendo cotitular de la Parroquia junto a San Nicolás.

    San Judas Tadeo

    Judas Tadeo (Caná, 1 – † Beirut 70)

    El nombre «Judas» es una palabra hebrea que significa alabanzas sean dadas a Dios. «Tadeo», término proveniente del idioma arameo, significa el valiente, hombre de pecho robusto. También se le llamó «Lebbeo», que significa hombre de corazón tierno.

    San Judas Tadeo
    Fragmento de un fresco realizado por Bicci di Lorenzo (1373–1452) Museo dell’Opera del Duomo (Florencia)

    QUIÉN ES SAN JUDAS TADEO

    La primera respuesta que se ha de dar a esta pregunta es sencilla: san Judas es uno de los Doce Apóstoles de Cristo y no debe ser confundido con Judas Iscariote.

    El relato de la institución de los Doce está recogido en los Evangelios de san Marcos, san Mateo y san Lucas. «Subió al monte y llamó a los que él quiso, y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce…» (Mc 3, 13-16; cf. Mt 10, 1-4; Lc 6, 12-16).

    En la montaña, lugar de revelación, Jesús, con una iniciativa que manifiesta absoluta conciencia y determinación, constituye a los Doce para que sean con él testigos y anunciadores del acontecimiento del reino de Dios.

    Sobre la historicidad de esta llamada no existen dudas. La antigüedad y la multiplicidad de los testimonios ha sido unánime. El número Doce, que remite evidentemente a las doce tribus de Israel, ya revela el significado de refundar el pueblo santo de Dios. Superado en tiempos de Jesús el sistema de las doce tribus, la esperanza de Israel anhelaba su reconstitución como signo de la llegada del tiempo mesiánico.

    Al elegir a los Doce, para introducirlos en una comunión de vida consigo y hacerles partícipes de su misión de anunciar el Reino con palabras y obras (cf. Mc 6, 7-13; Mt 10, 5-8; Lc 9, 1-6; 6, 13), Jesús quiere manifestar que ha llegado el tiempo definitivo en el que se constituye de nuevo el pueblo de Dios, el pueblo de las doce tribus, que se transforma ahora en un pueblo universal, su Iglesia.

    Con su misma existencia los Doce —procedentes de diferentes orígenes— son un llamamiento a todo Israel para que se convierta y se deje reunir en la nueva Alianza, cumplimiento pleno y perfecto de la antigua.

    El hecho de haberles encomendado en la última Cena, antes de su Pasión, la misión de celebrar su memorial, muestra cómo Jesús quería transmitir a toda la comunidad en la persona de los Apóstoles el mandato de ser, en la historia, signo e instrumento de la reunión definitiva iniciada en Él.

    En cierto sentido podemos decir que precisamente la última Cena es el acto de la fundación de la Iglesia, porque Él se da a sí mismo y crea así una nueva comunidad, una comunidad unida en la comunión con Él mismo.

    Desde esta perspectiva, se comprende que el Resucitado les confiera —con la efusión del Espíritu— el poder de perdonar los pecados (cf. Jn 20, 23). Los doce Apóstoles son así el signo más evidente de la voluntad de Jesús respecto a la existencia y la misión de su Iglesia, la garantía de que entre Cristo y la Iglesia no existe ninguna contraposición: son inseparables, a pesar de los pecados de los hombres que componen la Iglesia.

    Por tanto, es del todo incompatible con la intención de Cristo un eslogan que estuvo de moda hace algunos años: «Jesús sí, Iglesia no». Este Jesús individualista al margen de la Iglesia es un Jesús de fantasía. No podemos tener a Jesús prescindiendo de la realidad que él ha creado y en la cual se comunica. Entre el Hijo de Dios encarnado y su Iglesia existe una profunda, inseparable y misteriosa continuidad, en virtud de la cual Cristo está presente hoy en su pueblo. Es siempre contemporáneo nuestro, es siempre contemporáneo en la Iglesia construida sobre el fundamento de los Apóstoles, está vivo en la sucesión de los Apóstoles. Y esta presencia suya en la comunidad, en la que él mismo se da siempre a nosotros, es motivo de nuestra alegría. Cristo está con nosotros. El Reino de Dios viene.

    San Judas Tadeo nos recuerda, por tanto, nuestra inseparable pertenencia en Cristo a la Iglesia Católica.

    Los Evangelios nos presentan a los Apóstoles como hombres que esperaban el reino de Dios, deseosos de conocer al Mesías, cuya venida se anunciaba como inminente. A orillas del río Jordán, basta la indicación de Juan Bautista, que señala a Jesús como el Cordero de Dios (cf. Jn 1, 36), para que surja en ellos el deseo de un encuentro personal con el Maestro.

    Las palabras del diálogo de Jesús con dos de los primeros futuros Apóstoles son muy expresivas. A la pregunta: «¿Qué buscáis?»; ellos contestan con otra pregunta: «Rabbí —que quiere decir «Maestro»—, ¿dónde vives?». La respuesta de Jesús es una invitación: «Venid y lo veréis» (cf. Jn 1, 38-39).

    Venid para que podáis ver. La aventura de los Apóstoles comienza así, como un encuentro de personas que se abren recíprocamente. Para los discípulos comienza un conocimiento directo del Maestro. Ven dónde vive y empiezan a conocerlo. Mucho más en el caso de san Judas Tadeo que según algunas tradiciones que nos han llegado —como luego veremos— era pariente, familiar de Jesús.

    En efecto, los Apóstoles no deberán ser anunciadores de una idea, sino testigos de una persona. Antes de ser enviados a evangelizar, deberán «estar» con Jesús (cf. Mc 3, 14), entablando con él una relación personal. Sobre esta base, la evangelización no es más que un anuncio de lo que se ha experimentado y una invitación a entrar en el misterio de la comunión con Cristo (cf. 1 Jn 1, 3).

    ¿A quién serán enviados los Apóstoles? Después de la pasión y la resurrección, Cristo enviará a los Apóstoles «a todo el mundo» (Mc 16, 15), a «todas las naciones» (Mt 28, 19; Lc 24, 47), «hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8). Y esta misión continúa.

    Continúa siempre el mandato del Señor de congregar a los pueblos en la unidad de su amor. Esta es nuestra esperanza y este es también nuestro mandato: contribuir a esta universalidad, a esta verdadera unidad en la riqueza de las culturas, en comunión con nuestro verdadero Señor Jesucristo.

    San Judas nos recuerda, por tanto, que también hemos de ser testigos y anunciadores; testigos y enviados.

    El nombre de Judas Tadeo une dos nombres diversos: mientras Mateo y Marcos lo llaman simplemente «Tadeo» (Mt 10, 3; Mc 3, 18), Lucas lo llama «Judas de Santiago» (Lc 6, 16; Hch 1, 13). No se sabe a ciencia cierta de dónde viene el sobrenombre Tadeo y se explica como proveniente del arameo taddà, que quiere decir «pecho» y por tanto significaría «magnánimo». Se sabe poco de él. Sólo san Juan señala una petición que hizo a Jesús durante la última Cena. Tadeo le dice al Señor: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Es una cuestión de gran actualidad; también nosotros preguntamos al Señor: ¿por qué el Resucitado no se ha manifestado en toda su gloria a sus adversarios para mostrar que el vencedor es Dios? ¿Por qué sólo se manifestó a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él» (Jn 14, 22-23). Esto quiere decir que al Resucitado hay que verlo y percibirlo también con el corazón, de manera que Dios pueda poner su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar en nuestra vida y por eso su manifestación implica y presupone un corazón abierto. Sólo así vemos al Resucitado. La imagen de san Judas nos presenta el rostro de Cristo para que entremos en relación con Él. Solo así obtendremos la salvación.

    A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que se suelen llamar «católicas» por no estar dirigidas a una Iglesia local determinada, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige «a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo» (v. 1). Esta carta tiene como preocupación central alertar a los cristianos de todos los que toman como excusa la gracia de Dios para mantener sus costumbres depravadas y para desviar a otros hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia «alucinados en sus delirios» (v. 8): así define Judas esas doctrinas e ideas particulares. Los compara incluso con los ángeles caídos y, utilizando palabras fuertes, dice que «se han ido por el camino de Caín» (v. 11). Además, sin reticencias los tacha de «nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre» (vv. 12-13). Hoy no se suele utilizar un lenguaje tan polémico, que sin embargo nos dice algo importante. En medio de todas las tentaciones, con todas las corrientes de la vida moderna, debemos conservar la identidad de nuestra fe. Ciertamente, es necesario seguir con firme constancia el camino de la indulgencia y el diálogo, que emprendió felizmente el concilio Vaticano II. Pero este camino del diálogo, tan necesario, no debe hacernos olvidar el deber de tener siempre presentes y subrayar con la misma fuerza las líneas fundamentales e irrenunciables de nuestra identidad cristiana. Por otra parte, es preciso tener muy presente que nuestra identidad exige fuerza, claridad y valentía ante las contradicciones del mundo en que vivimos. Por eso, el texto de la carta prosigue así: «Pero vosotros, queridos ?nos habla a todos nosotros?, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A los que vacilan tratad de convencerlos…» (vv. 20-22). La carta se concluye con estas bellísimas palabras: «Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén» (vv. 24-25). Se ve con claridad que el autor de estas líneas vive en plenitud su fe, a la que pertenecen realidades grandes, como la integridad moral y la alegría, la confianza y, por último, la alabanza, todo ello motivado sólo por la bondad de nuestro único Dios y por la misericordia de nuestro Señor Jesucristo.

    Por eso, ojalá que san Judas Tadeo nos ayude a redescubrir siempre y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, sabiendo testimoniarla con valentía y al mismo tiempo con serenidad.

    Hoy en día la tradición católica reconoce a San Judas Tadeo como el santo de los casos difíciles y desesperados. Su fiesta es el 28 de octubre.

    En nuestra parroquia existe una gran devoción a San Judas Tadeo. Los fieles acuden, sobre todo, los lunes, aunque cualquier día de la semana se puede hacer la novena y la peregrinación. Los fieles escuchan la Palabra de Dios, participan en la celebración de la Eucaristía y veneran el medallón de San Judas que se encuentra en el lado derecho de la capilla.

    El Papa Benedicto XVI escribió: También nosotros preguntamos al Señor: ¿por qué el Resucitado no se ha manifestado en toda su gloria a sus adversarios para mostrar que el vencedor es Dios? ¿Por qué sólo se manifestó a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda(…): al Resucitado hay que verlo y percibirlo también con el corazón, de manera que Dios pueda poner su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar en nuestra vida y por eso su manifestación implica y presupone un corazón abierto.

    HAGIOGRAFÍA, TRADICIONES Y LEYENDAS

    Según la tradición oriental, Judas Tadeo habría muerto en Beirut de Edessa (Líbano), mientras que para la tradición occidental —tal como aparece en el martirologio romano desde el siglo VIII— evangelizó la Mesopotamia para luego reunirse con Simón el Cananeo y predicar varios años en Persia (incluyendo la zona de la actual Armenia) para ser finalmente martirizados en Suamir (Persia), aproximadamente en el año 62 de nuestra era.

    En la tradición siria se ha identificado a Tadeo con Addai, el mensajero que -por encargo de Jesús- le habría llevado una imagen de Jesús al rey Abgaro V de Edessa (también conocido como Abgar) cuando estaba enfermo, con la finalidad de que se curase. Eusebio de Cesarea recoge la historia de Tadeo y el soberano de Edessa señalando que, luego de la resurrección y ascensión de Jesucristo, «Tomás —uno de los doce apóstoles—, envió a Edessa como heraldo y evangelista de la enseñanza de Cristo a Tadeo» con lo que la promesa de Jesús se completó. Eusebio distingue entre Tadeo el Apóstol (miembro del grupo de los doce) y Tadeo, uno de los setenta y dos, por lo cual la identificación entre ambos se haría problemática. Sin embargo, en esta tradición se basó el esquema de un tríptico de íconos del monasterio del Sinaí, del que se perdió el panel central -probablemente conteniendo una imagen de Cristo-; en el panel izquierdo está representado un joven e imberbe Tadeo, vistiendo palio y túnica; y en el panel derecho, el primer rey cristiano de Edessa, Abgar, recibiendo el retrato. El medallón conteniendo el retrato de Cristo, con el que se representa modernamente a Judas Tadeo, proviene de esa tradición legendaria.

    San Judas Tadeo :Martirizado con maza y decapitado con shamsir. Hartmann Schedel, Crónicas de Núremberg

    Existe una Pasión de origen latino, llamada Hechos de Simón y Judas, que Lipsius atribuye al siglo IV o V. En ella se narran los milagros, conversiones y martirios de estos apóstoles. Se encuentra en la denominada Colección de Abdías. El relato se sitúa en Persia y Babilonia. Según el relato, después de predicar y obrar milagros, convirtieron al cristianismo al rey Acab de Babilonia. Luego, su tránsito por Persia habría sido más tortuoso y difícil. En su peregrinaje junto con Simón el Cananeo, recorrieron todo el territorio predicando, convirtiendo y bautizando a sus habitantes. Al entrar a la ciudad de Suamir, habrían sido sorprendidos por los sacerdotes paganos del lugar y, al negarse a adorar a sus dioses, sentenciados a muerte.

    Según la tradición católica, a Simón el Cananeo lo martirizaron aserrándolo por medio, y a Judas Tadeo le habrían aplastado la cabeza con una maza y se la habrían seccionado con un hacha o un shamsir. De allí que se lo represente con alguno de estos instrumentos de su martirio en la mano. Hasta el siglo XIV se personificó también a Judas Tadeo con alabarda (ver imagen de San Judas Tadeo en la Basílica de San Juan de Letrán), o con espada.

    Estatuas en madera policromada que representan a seis apóstoles, ubicadas en la cripta de la Basílica de San Saturnino de Toulouse en Francia. La cuarta representa a Judas Tadeo con una maza en la mano derecha. Esta basílica se atribuye la guarda de algunas reliquias del apóstol. Al conocer la noticia de la muerte de estos apóstoles, el rey Acab de Babilonia habría invadido el lugar con sus soldados, recogido los cuerpos de Judas Tadeo y Simón el Cananeo, y llevado los mismos a la ciudad de Babilonia. Cuando los mahometanos invadieron Babilonia, los restos habrían sido sacados secretamente y llevados a Roma.

    En el año 800, el papa León III le presentó a Carlomagno un conjunto de restos óseos, declarando que eran las reliquias de ambos santos. Carlomagno habría conducido una parte donada de esas reliquias a Francia. Hoy, parte de las reliquias se veneran en una cripta de la Basílica de San Pedro y otra parte en la Basílica de San Saturnino de Tolosa, en Toulouse (Francia). Por ello, la Iglesia de occidente celebra conjuntamente a Judas Tadeo y Simón el Cananeo, en tanto que la Iglesia de oriente desglosa las respectivas festividades. Según otra tradición, las reliquias habrían sido llevadas a un monasterio del rito armenio localizado en una de las islas del lago Issyk-Kul, en Kirguistán, donde habrían permanecido hasta mediados del siglo XV. Posteriormente, las reliquias habrían permanecido allí, o habrían sido trasladadas a un lugar aún más recóndito, en la Cordillera del Pamir (que abarca Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán y China).